PRESENTACIÓN DEL LIBRO “EL MENSAJE DE SILO” (MAR DEL PLATA)

EN MAR DEL PLATA DEL 5 DE FEBRERO DE 2008 – FERNANDO GARCIA

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Empecemos con un poco de contexto. Hace 30 años, precisamente en 1978, aparecía publicado en el diario “La Capital” de esta ciudad un pequeño aviso por el que se anunciaba que quien les habla partía para el Asia a difundir las enseñanzas de Silo.

Así lo hice, creyendo que estaría de regreso en Mar del Plata al poco tiempo; sin embargo, transcurrieron 25 años antes de que volviera a residir en nuestro país. De manera que esta presentación de hoy tiene para mí un significado muy especial.

Aquí, en mi ciudad natal, entré en contacto con las enseñanzas de Silo en 1970 y aquí inicié mi participación en su obra.

Esos primeros años eran años difíciles para nuestro país. La violencia de los bandos en pugna nos alcanzaba a todos. Nosotros, los pocos siloístas que éramos entonces, proponíamos como hoy el cambio simultáneo de uno mismo y de la sociedad por la no-violencia activa.

Precisamente por preconizar la no violencia, no gozábamos de las simpatías de ninguno de los bandos violentos, y sistemáticamente se nos sospechaba, difamaba, discriminaba y hostigaba. Como éramos un pequeño grupo de jovencitos, no teníamos los recursos para contrarrestar esos atropellos, ni ningún poder o institución que se hiciera eco de nuestro reclamo.

Peor aun, como muchos de ustedes recordarán, la denuncia o la protesta pacífica ante los atropellos eran motivo de mayores y peores atropellos.

Ya en mis primeras reuniones, los participantes de mi grupo fuimos arrestados sin que se asentara ninguna acusación ni condena. Y esto se repitió en los años siguientes en muchas ocasiones, en diversos grupos, siempre sin acusaciones ni condenas.

Para ilustrar, recuerdo que a pocos metros de donde estamos hoy reunidos, por primera vez Silo se reunió públicamente con nosotros en 1974 para una conferencia. Se trataba de una reunión abierta como esta, en la sala de un hotel cercano.

Allí irrumpieron las fuerzas del “orden” que nos detuvieron a todos los presentes. Se trataba de algo más de un centenar de jovencitos, niños, madres y padres, abuelas y abuelos, y otros parientes que, junto con Silo, fuimos trasladados malamente y a punta de ametralladora a las unidades de detención. Y esto por estar hablando pacíficamente de la no violencia, de la espiritualidad, y de todo aquello que hace feliz y libre al ser humano.

Esos eran los tiempos que corrían.

En ambientes educativos, laborales, religiosos y demás, algunos ciudadanos bienpensantes alertaban a todos acerca de la peligrosidad de Silo, su enseñanza y su movimiento. Se contaban como hechos fehacientes los supuestos crímenes y aberraciones de todo tipo que se estarían cometiendo por obra de esa nefasta “secta”, como entonces la llamaban. Entre otras cosas, se decía que esa “secta” destruía a las familias. Y claro, nuestras familias eran por cierto afectadas por esa violencia mental y emotiva que se les infligía con las peores calumnias. Sin embargo, a pesar de sus torpes intentos, esos “ciudadanos bienpensantes” nunca lograron destruir con su difamación a ninguna de nuestras familias. De hecho, hoy agradezco a mi familia el apoyo que siempre ha brindado a mi participación en la obra de Silo.

Esos eran los tiempos que corrían; y me atengo a unos pocos ejemplos de lo sucedido en esta ciudad para no extender esta exposición con lo ocurrido en otras ciudades del país.

Lejos de disuadirnos o desanimarnos, esa oposición inicial nos convenció aun más de lo nuestro y nos dio un nuevo estímulo para aumentar nuestra acción.

Como nosotros practicamos la reconciliación con nosotros mismos y los demás, nos hemos reconciliado con todo aquello, aunque no lo olvidemos. Ojalá que los violentos de entonces puedan hacer lo mismo antes de pasar a otra vida y a otro mundo.

Al no apoyar a ninguno de los bandos violentos y proponer la no violencia, éramos izquierda para la derecha, y éramos derecha para la izquierda de entonces. Lo más suave que se nos endilgaba era que nuestra propuesta era “idealista” y “utópica”, entendiendo por ello una ilusión irrealizable, estúpida e infantil.

¿Y qué pasó con sus utopías? He aquí unos pocos ejemplos de sus utopías:

La utopía del cambio social por un “levantamiento popular armado” o por una “vanguardia revolucionaria”.

La utopía de que una cierta clase social es naturalmente “revolucionaria” o “contrarrevolucionaria”.

La utopía de que al cambio de sistema económico y político le corresponde necesariamente un profundo cambio en la mentalidad de la gente.

La utopía de la represión, la censura y la violencia para conservar intereses elitistas e imponer valores anti-humanistas.

La utopía de que la prosperidad y el privilegio de unos pocos se pueda sostener con la indigencia y la sumisión del resto.

¿En qué están hoy aquellos que nos llamaban utópicos? Sus organizaciones no han resistido la prueba del tiempo: han desaparecido, cayeron en el descrédito o se han asimilado al mundo de lo establecido, traicionando su discurso.

Fue así porque su ideario era estrecho de miras y su forma de lucha era violenta. Distinto hubiera sido su destino si hubiesen abrazado la causa grande y noble de humanizar la tierra, y trabajar por ello con la metodología de la no violencia.

También estuvieron las utopías de los sistemas económicos capitalista, marxista, o liberal en sus múltiples variantes.

Las utopías de los sistemas políticos – aparentemente de signo opuesto − basados en la coerción o la manipulación de la gente.

Y sus utopías más recientes: El restablecimiento de lo que ellos llaman la “libertad” y la “democracia” por la intervención armada, irónicamente llamada “humanitaria”. La democracia formal y el bipartidismo. La amañada “apertura de los mercados”, el “libre comercio” y la “libre competencia”. La fábula de las empresas multinacionales que respetan el ambiente y que crean riqueza y empleo en los países donde invierten. La quimera de lograr seguridad mediante el control, la represión y el armamentismo. La utopía de la riqueza y del consumismo como garantía de felicidad y libertad, de sentido de vida. Por último, la utopía de los parches pseudos-espirituales que prometen paraísos artificiales sin cambiar la vida que se lleva ni el mundo en que se vive. ¡Esas son utopías, amigo¡

¿En qué han quedado esas utopías a la luz de los hechos? ¿A dónde nos han llevado esas utopías? ¿Qué tipo de mundo y de ser humano nos han dado? ¿Quiénes eran utópicos, nosotros o ellos?

Fueron utopías que se usaron para manipularnos y estafarnos repetidamente con bellas falsedades y promesas no cumplidas. Un mundo en que en nombre de esas utopías se cometieron todo tipo de violencias atroces: violencia física, económica, racial, religiosa, sexual, psicológica y moral. Nos entregaron un mundo deshumanizado donde el máximo valor no es el ser humano y su vida, sino el dinero. Un mundo donde prima el poder, la violencia y la inseguridad del presente y del futuro. Un mundo en guerra permanente, siempre al borde del desastre financiero, del desastre ecológico, del desastre atómico, del desastre humanitario, siempre al borde del desborde.

Prefiero entonces nuestra “utopía”: la utopía de humanizar la tierra, por un mundo en el que la felicidad y la libertad sean para todos, y no que el bien de unos sea a expensas del de los otros. Un mundo en el que no se ejerza violencia de ningún tipo, no porque esté penada o reprimida, sino porque sea inconcebible y repugnante. Esto y mucho más es nuestra utopía.

¿Les parece ingenuo? Pues es mejor la “ingenuidad” de la gente buena antes que las “realidades” de los funcionarios del orden establecido. Prefiero la utopía de la gente buena antes que el cinismo de los violentos. ¡Utopía: sí, Prozac: no!

Nosotros seguimos avanzando y cada día estamos más enamorados de nuestra utopía. Nuestra utopía de los tiempos juveniles no quedó en el pasado ni se perdió, sino que mejoró, creció y se multiplicó.

Todo esto puede parecer alejado de un libro sobre espiritualidad como el que hoy presentamos. Sin embargo, este mundo de lo establecido, tal como está armado, no tiene solución o salida sin una nueva espiritualidad. No es emparchando los harapos raídos que quedan que se vestirá el futuro que anhelamos. De la misma manera, una vida personal en pos de sentidos provisorios o falsos está destinada al fracaso de las expectativas.

El profundo desasosiego que hoy en día se experimenta a nivel individual y social no se debe a que falte un objeto tangible, que se puede obtener y luego todo estará bien. Ese profundo desasosiego se explica por el modo en que están organizadas esas vidas y esta sociedad. Están organizadas en torno a sentidos de vida falsos o provisorios, en torno al “recibir” y no al “dar” desinteresado, en torno a un “yo” sin “nosotros”, a la falta de un Sentido mayor. Y esto no puede dejar de contaminar todo a su alrededor ni, por último, producir otra cosa que una profunda insatisfacción.

Y no bastará ninguna organización, partido o movimiento – por más loables y útiles que sean − para acabar de raíz con todo aquello. Aun la gente más amable y bondadosa deberá reconocer la necesidad de un cambio profundo y decidirse a Convertir su vida. Y para ello habrá que superar los resabios de la censura de ciertos temas y de la autocensura que quizá nos imponemos.

El Mensaje de Silo trata de todo esto y de mucho más. ¿Y de qué más trata El Mensaje de Silo?

El Mensaje de Silo trata de cómo al sin-sentido de la vida se lo convierte en sentido y plenitud. El Mensaje de Silo nos ayuda para ir hacia lo Profundo de la conciencia y conectar con la fuente insondable de Sentido.

Nos ayuda a encontrar un Sentido profundo, positivo y duradero para nuestras vidas. Nos ayuda a tomar contacto con lo Sagrado: a partir de lo que cada uno considere sagrado. Nos ayuda a hacer crecer nuestra fe de que no todo termina con la muerte.

“¿Para qué sirve esto?” Por ejemplo, para lograr verdadera felicidad y libertad para uno mismo y los que nos rodean. Para vencer los cuatro grandes temores: el temor a la enfermedad, a la pobreza, a la vejez y a la muerte.

“¿Y para qué sirve esto?” Para dar una nueva espiritualidad que humanice nuestra vida y el mundo en que vivimos, logrando un verdadero Sentido y erradicando la violencia.

“Pero yo la paso bien, ¿a mí qué me importa el mundo?” Bueno, entonces este libro no es para usted. Verdadera espiritualidad es la de los hombres y mujeres que quieren transformar no sólo el sentido de sus vidas, sino también ayudar para que otros puedan hacerlo, trabajando además por cambiar las condiciones de violencia en que vivimos.

Quisiera invitarles a no dejarse engañar por el tamaño del libro. Se trata de una síntesis compacta y poderosa, para consultar una y otra vez como fuente de inspiración. Se trata de un destilado esencial de la enseñanza de Silo, apoyado por su ejemplo viviente y su obra que abarca varios decenios en todo el mundo.

Este no es un libro de “auto-ayuda” ni de la “new age”. Este libro está en la categoría de las obras de espiritualidad que han dado origen a nuevas civilizaciones. Este es El Libro para la nueva sensibilidad que está naciendo y la civilización planetaria que le corresponde: para la futura nación humana universal.

¿Y qué hace uno con este libro? Primero lo lee despacito y sin apuro, en lo posible con una lectura atenta, reflexiva, y con apertura emotiva.

Mientras lo lee o después, lo va interpretando como le parece. Cada uno interpreta libremente como quiere lo que está escrito en el libro, ojalá también en compañía de otros.

¿Qué más hace uno con este libro? Cada uno hace lo que quiere con este libro y su Mensaje. Si uno quiere, toma las partes que más lo tocan y las aplica a su vida o se las recomienda a otros. Incluso, si quiere, forma su propio grupo para conversarlo y practicarlo; y no le rinde cuentas a nadie, ni nadie le pide cuentas a usted.

Si quiere puede participar en alguno de los grupos ya existentes de La Comunidad de El Mensaje de Silo. Para ello no es necesario que usted cambie sus creencias. Por ejemplo, se puede participar en La Comunidad de El Mensaje de Silo creyendo o no creyendo en dios, y tener una profunda espiritualidad (de hecho y por ejemplo, millones de budistas lo hacen).

Nadie le viene a decir a usted cómo tiene que hacer las cosas. Usted no tiene ninguna obligación, no tiene que pagar nada y no está forzado a abandonar nada. Todo queda librado a lo que usted elija, como siempre.

Porque esta espiritualidad – como propone El Mensaje de Silo “no es la espiritualidad de la superstición, no es la espiritualidad de la intolerancia, no es la espiritualidad del dogma, no es la espiritualidad de la violencia religiosa; es la espiritualidad que ha despertado de su profundo sueño para nutrir a los seres humanos en sus mejores aspiraciones.”

¿Y quién es Silo?

Silo es un ser humano muy bueno, muy sabio y con mucha fuerza espiritual que nos ayuda con su Mensaje y el ejemplo de su obra. Silo es el nuevo guía espiritual universal. Silo está donde el Monte Aconcagua, y desde allí seguirá llegando su mensaje. Allí está nuestro Parque, en ese paraje conocido como Punta de Vacas. Y en el mundo hay más parques y salitas de reunión que albergan y multiplican El Mensaje de Silo.

Hoy no sólo doy testimonio del cambio profundo y positivo que Silo y su Mensaje produjeron en mi vida y la de los que me rodean, sino también de haber sido testigo de esto mismo en muchos de los más de 100 países donde se desarrolla nuestra obra. Lo viví en las ciudades, villas miseria y zonas rurales del Asia budista e hinduista, en los barrios populares de la Europa cristiana, en las aldeas del África musulmana, en nuestras ciudades de Latinoamérica: todos con gran diversidad de culturas y de credos

No solamente he visto miles de individuos renovar la fe en sí mismos, en los demás y en el futuro, sino enteros grupos humanos inspirados por esta guía espiritual que han hecho propia, no obstante los paisajes culturales tan distintos.

En esos lugares tan disímiles – urbanos y rurales, ricos y pobres – he vivido y he visto las profundas experiencias que se producen también con las Ceremonias, que constituyen la segunda parte del libro que hoy presentamos. Esas Ceremonias no obstante su sencillez en una primera lectura son instrumentos muy poderosos de inspiración y de cambio personal, de elevación espiritual para nuestras vidas, de reconciliación y de unión con nosotros mismos y con los demás. Esas Ceremonias nos ponen en contacto con lo mejor de nosotros mismos y de los demás. Pero, claro está, se trata de experiencias vivas para realizar con otros, y no solamente para leer a solas.

El Mensaje de Silo es la expresión de lo “Profundo”, de la interioridad del espíritu humano capaz de trascender la limitación de los tiempos y los espacios en que vive nuestro “yo”. El Mensaje de Silo es el medio capaz de ponernos en presencia de lo Sagrado que se manifiesta desde lo “Profundo” del ser humano.

¿Quién no se hizo alguna vez este tipo de preguntas?: ¿Quién soy? ¿Adónde voy? ¿Qué hago en este mundo? ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Qué es lo definitivamente importante? ¿Para qué quiero vivir? ¿Todo se termina con la muerte o qué?

Si lo hiciste, entonces este libro y su Mensaje son para vos. No te engañes ni dejes que te engañen, no eres el único que se lo pregunta y no estás sólo en tu búsqueda de respuestas. Y si nunca te lo preguntaste, vale la pena que empieces a hacerlo; y este libro te servirá como guía para ello.

Pero para que el Mensaje pueda cambiarte en profundidad, deberá comenzar a impregnar tus pensamientos, tus sentimientos y acciones en la vida cotidiana, en tu relación con los demás. En definitiva, en tu sentido o propósito de vida.

Yo lo hice y traté de ser fiel a Silo y su enseñanza. Claro está, no siempre lo logré a la perfección; pero por el intento repetido nunca dejé de avanzar, mejorando así como ser humano y compartiendo con otros lo mejor de mí.

Uno puede cargar con su vida, arrastrándola o llevándola a cuestas como un peso; o bien navegar por ella con entusiasmo y alegría, empujados por el viento de la inspiración. Vivir inspirado por El Mensaje de Silo es como vivir enamorado o en una hermosa aventura sin fin. Así, mis mejores sueños de juventud se han ido cumpliendo con creces gracias a Silo y su Mensaje.

Hoy siento más que nunca crecer en mí y en quienes me acompañan la felicidad y la libertad, y no reconozco ni aun en la muerte un límite para ese crecimiento.

Así, parafraseando libremente las palabras de El Mensaje de Silo, de a poco fui aprendiendo a no creer que mi vida o la de otros terminen con la muerte. Aprendí a no ser indiferente al dolor y el sufrimiento de los demás. Consecuente con ello, aprendí a poner de acuerdo lo que pienso con lo que siento y lo que hago, avanzando en coherencia y unidad. Aprendí a tratar a los demás como quiero ser tratado. Fui aprendiendo cómo superar el dolor y el sufrimiento en mí, en mi prójimo y en la sociedad humana. Aprendí a resistir la violencia que hay en mí y fuera de mí.

Aprendí estas y muchas cosas más; y todo ello cambió mi destino radicalmente, porque ese aprendizaje no fue teórico y alejado del mundo, sino que aprendí gracias al compromiso vital – con mi mente, corazón y cuerpo con la enseñanza de Silo al aplicarla en mi vida y en el mundo.

Así llegué a considerar la felicidad y la libertad del ser humano como máximo valor por encima del dinero, del Estado, de la religión, de los modelos y de los sistemas sociales. Así fue creciendo mi vocación por impulsar la libertad de pensamiento, de propiciar la igualdad de derechos y de oportunidades para todos los seres humanos, de reconocer y alentar la diversidad de costumbres y culturas, de oponerme a toda discriminación, y de ejercer la resistencia justa contra toda forma de violencia, sea esta física, económica, racial, religiosa, sexual, psicológica o moral.

Y fue creciendo en mí la necesidad de dar testimonio de mi espiritualidad y mi creencia en la inmortalidad y en lo sagrado. ¡Cómo no compartir con otros todo lo grande y bueno que me ha ocurrido!

Es mucho lo que les podría contar, pero nuestro tiempo es limitado. Estas han sido sólo unas pocas pinceladas, por cierto bastante desprolijas e incompletas. Pero ya vendrán muchos otros que completarán y ampliarán lo que hoy sólo pude esbozar. Ojalá que muchos de ustedes se cuenten entre ellos.

Les agradezco su atención y les deseo a todos ¡Paz, Fuerza y Alegría!

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