Conferencia de presentación de la edición de Ulrica Ediciones del libro El Mensaje de Silo – Librería Homo Sapiens – Ciudad de Rosario (Argentina) – 20 de diciembre de 2007 a cargo de Fernando A. García.
Me he ofrecido ingenuamente para acompañar con algunas palabras esta presentación de El Mensaje de Silo, y lo hice con alguna vacilación inicial de mi parte de la que quisiera hacerles partícipes.
¿Cómo presentar un libro que para mí está en la categoría de los textos fundacionales de las grandes civilizaciones? Es como si me invitaran a presentar el Dhammapada budista, el Corán musulmán, el Zendavesta zoroastriano, el Tao Te King taoísta, el Analectas de Confucio,
No podré hacerle justicia al valor del libro, ni podré demostrarles a ustedes lo que afirmo. Por eso es que elijo la vía del testimonio de su valor – para mí indubitable – dado por mi experiencia personal, y descarto la vía de una pretendida demostración intelectual, por cierto árida e improbable.
De manera que sólo puedo dar mi testimonio personal y este, a su vez, muy limitado por el breve tiempo del que aquí disponemos. Mi testimonio personal ha sido precedido por los testimonios de cientos de miles de personas que con su obra, su palabra y su ejemplo, dieron y siguen dando fe de la bondad de este Mensaje. Y luego seguirán aun muchos más testimonios, seguramente distintos y mejores.
Para esto no necesito otra acreditación que la de mi experiencia personal con este libro y su Mensaje. La demostración definitiva -y la que en verdad cuenta- provendrá de la aceptación masiva y creciente de este Mensaje en el corazón de la gente. Y esto es algo que ya está sucediendo entre la gente buena de los distintos continentes.
En el verso 7, capítulo 4, del Bhagavad Gita, una de las principales historias narradas en el Mahabharata, que es a su vez uno de los poemas épicos más extensos de la literatura mundial y uno de los principales textos sagrados de los hinduistas, el Señor Krishna, hace unos 5000 años, antes de la gigantesca batalla que se avecina, le explica lo siguiente al héroe guerrero de la historia, su pariente y amigo, Arjuna:
“Siempre y en todo lugar donde decaiga la espiritualidad y predomine la falta de espiritualidad, en ese momento me manifiesto en forma humana, O Arjuna, descendiente de Bharat”.
Así decía el Señor Krishna, octava encarnación del dios hinduista Vishnu, manifestación en forma humana del principio universal trascendente, sin tiempo y sin forma, que aparece en aquel momento tan crítico para dar su enseñanza espiritual. A esa octava encarnación le siguió una novena, 2500 años más tarde, en la figura de Buda, y se dice que habrá una décima y última en la persona de Kalki, que debe aparecer en la era hinduista de Kali Yug: conflictiva y caótica era que precede al surgimiento de otra armoniosa, de la que según esta concepción ya nos encontramos en sus postrimerías.
Para los que se estén preguntando si no me habré equivocado de libro a presentar, les aclaro que comento esto para ilustrar lo esencial de esta historia y algo en lo que creo firmemente. Creo firmemente que hay “Algo” en la historia del ser humano que de época en época se encarna en distintas culturas y latitudes, “Algo” que vuelve a enderezar hacia el justo rumbo en el momento más oscuro, cuando todos los caminos del ser humano parecen agotados o cerrados. Hay un principio trascendente, o bien una Intención o Plan universal (si ustedes quieren) que invariablemente reorienta y allana el camino ascendente de la historia del ser humano.
Quizá algunos prefieran explicar este fenómeno por las teorías de los sistemas auto-organizativos, que desde hace tiempo se plantean en los diversos campos de la ciencia en los trabajos, por ejemplo, del premio Nóbel de Química ruso Ilya Prigogine, del biólogo inglés Rupert Sheldrake, del físico alemán Hermann Haken, y muchos otros... Pero otros reconocemos en esto los signos de lo Sagrado.
Y ese “Algo” trascendente se encarna y manifiesta a través de nosotros, los seres humanos, en mayor o menor medida, con momentos de luz y de penumbra, con avances y retrocesos. En épocas antiguas de culturas y civilizaciones separadas, surgieron individuos extraordinarios que, desde los márgenes de los centros de poder de la época y lugar, mostraron el camino en momentos de gran crisis. Ese surgimiento al comienzo fue suave como un susurro casi inaudible, y leve como una brisa incierta.
Hoy nuestro mundo atraviesa por una crisis sin precedentes, porque en la mundialización actual todos los puntos están interconectados y nuestros destinos ya no se deciden en forma aislada. Todo lo que conocemos y queremos está en peligro, tanto nuestro presente como el futuro de las jóvenes generaciones.
Yo no digo que Silo sea Krishna, Buda o Kalki. Silo es Silo (según el mismo afirma). Creo que Silo, 5000 años más tarde, encarna y hace verdaderas las palabras del Señor Krishna. Reconozco en Silo el nuevo y gran guía espiritual universal, un alma grande, que con gran sabiduría, bondad y fuerza de espíritu se presenta como manifestación tangible de ese principio trascendental inefable. Y creo que El Mensaje de Silo es la mejor traducción y referencia existente de ese principio trascendental inefable.
Por cierto, Silo y su Mensaje se manifiestan oportunamente en este momento histórico tan crítico, en el momento de esta gran batalla planetaria que se libra entre las zonas de luz y de sombra de la conciencia humana, entre aquello que va a favor de la vida y el nihilismo que la niega. Porque estamos próximos al fin de los tiempos – los tiempos de una violenta prehistoria humana – y al alba de una Historia cálidamente humana propia de una civilización planetaria, de una nación humana universal.
Porque la historia del ser humano no es sólo aquella que da cuenta de sus imperios y sus guerras, de sus sistemas económicos, de sus modelos políticos, de sus ciencias y tecnologías, de sus religiones o sus civilizaciones. La historia humana es más esencialmente la historia del trabajoso pero inexorable ascenso hacia la liberación de todo sufrimiento y toda opresión del género humano, y hacia todo lo que de esta liberación se derive. En definitiva, la progresiva humanización del mundo.
Y a la base de ello, la historia humana es asimismo la historia de la expresión del sentimiento religioso que a veces, pero no siempre, se viste con el ropaje formal de las religiones. Se trata de esa religiosidad que se pregunta y se maravilla ante el mundo y sus incógnitas, que busca en el rostro de nuestros semejantes o que busca en el interior de nosotros mismos ese Sentido que ilumine nuestras vidas. Esa nueva espiritualidad que da origen a civilizaciones y las anima cuando nacen; civilizaciones que decaen y dan paso a otras cuando el ropaje que adoptó la espiritualidad que las animaba ya no alcanza para abrigar un momento más complejo de su desarrollo.
¿Y cuál es la nueva espiritualidad que nos propone Silo? Antes de entrar en contacto con Silo y su enseñanza, hace ya casi cuarenta años, cuando era joven y buscaba aclarar quién era y hacia dónde iba; había cosas que no quería de la espiritualidad y otras que sí quería, entre ellas:
Quise una espiritualidad que no adorara a la muerte y al sufrimiento, sino que fuera una celebración de la vida, la felicidad y la libertad.
No quise una espiritualidad que bendijera cañones, cuyo dios fuera copiloto de bombarderos o sus ministros asistentes de torturadores.
No quise una espiritualidad que me alejara de la vida y del mundo, sino que me alentara y ayudara a abrazarlos con un sentido inspirador.
No quise una espiritualidad que viera en la mujer un objeto para dominar o un instrumento de perdición, sino el amable rostro femenino de nuestra condición humana.
No quise una espiritualidad que degradara o reprimiera al sexo y al amor a la par que glorifica la violencia, sino que me orientara a expresar con ellos lo mejor de mí mismo.
Quise una espiritualidad para la que ser joven y creer que un mundo mejor es posible no fuera visto como una enfermedad peligrosa que se cura naturalmente con el cinismo y la resignación de los años.
Quise una espiritualidad que no le diera la espalda a los humildes mientras sirve a los poderosos, sino que viera en aquellos la evidencia de todo lo que nos queda por hacer y el acicate para hacerlo.
Quise una espiritualidad que no me enjuiciara hablándome severamente de dios y sus dogmas, sino que amablemente me ayudara a ponerme en presencia de lo sagrado... porque, si existe un dios, quiero un dialogo directo con él sin guardianes ni intermediarios.
Quise una espiritualidad que no opusiera el compromiso social al desarrollo personal, sino que los conciliara e hiciera de uno el motor del otro.
Quise Paz, quise Fuerza interna y quise Alegría.
Todo esto y mucho más, que en aquel entonces ni siquiera era soñado por mí, encontré en Silo y su Mensaje.
Para ilustrar, leamos cómo inicia “
“1. Aquí se cuenta cómo al sin-sentido de la vida se lo convierte en sentido y plenitud.
2. Aquí hay alegría, amor al cuerpo, a la naturaleza, a la humanidad y al espíritu.
3 Aquí se reniega de los sacrificios, del sentimiento de culpa y de las amenazas de ultratumba.
4. Aquí no se opone lo terreno a lo eterno.
5. Aquí se habla de la revelación interior a la que llega todo aquel que cuidadosamente medita en humilde búsqueda.”
Así comienza Silo a narrar su recorrido espiritual y su mejor enseñanza, con su habitual estilo cálido y cercano, propio de aquellos que nos quieren bien y no tienen intereses de parte ajenos a nuestro bienestar. Ya de entrada nos damos cuenta que estamos ante algo completamente nuevo en este campo.
Hoy no sólo doy testimonio del cambio profundo y positivo que Silo y su Mensaje introdujeron en mi vida y la de los que me rodean, sino también de haber sido testigo de lo mismo en las villas miseria y zonas rurales del Asia budista e hinduista, en los barrios populares de
No solamente he visto individuos renovar la fe en sí mismos, en los otros y en el futuro, sino grupos humanos enteros inspirados por esta guía espiritual que sienten como propia, no obstante la diversidad de paisajes culturales tan distintos entre sí.
En esos lugares tan disímiles – urbanos y rurales, ricos y pobres – he vivido y he visto las profundas experiencias que producen también las Ceremonias, que constituyen la segunda parte del libro que hoy presentamos. Esas Ceremonias – cuya sencillez puede llamar a engaño con su sola lectura – son instrumentos muy poderosos de inspiración, de elevación espiritual para nuestras vidas, de reconciliación y de unión con nosotros mismos y con los demás. Esas Ceremonias nos ponen en contacto con lo mejor de nosotros mismos y de los demás. Pero, claro está, se trata de experiencias vivas para realizar con otros, y no solamente para leer a solas.
El Mensaje es la expresión de lo “Profundo”, de la interioridad del espíritu humano capaz de trascender los tiempos y los espacios en que vive nuestro “yo”. El Mensaje es el medio capaz de ponernos en presencia de lo Sagrado que se manifiesta desde la profundidad del ser humano.
Pero para que el Mensaje pueda hacerlo, deberá comenzar a impregnar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y acciones en la vida cotidiana, en nuestra relación con los demás, y en nuestra dirección o propósito de vida. No bastará que quede como letra impresa, pero esta por cierto ayudará si comenzamos con su lectura atenta, reflexiva, y con apertura emotiva. Y mucho más si lo hacemos en conjunto con otros, ejerciendo nuestra libre interpretación del texto, tal como proponen Silo y su Mensaje.
Yo lo hice y traté de ser fiel a Silo y su enseñanza. No siempre lo logré a la perfección, pero por el intento repetido nunca dejé de avanzar, mejorando como ser humano y compartiendo con otros lo que era bueno para mí. Hoy siento más que nunca crecer en mí y en quienes me rodean la felicidad y la libertad, y no reconozco ni aun en la muerte un limite para ese crecimiento.
Así, parafraseando libremente las palabras del Mensaje, fui aprendiendo a no creer que mi vida o la de otros termina con la muerte. Aprendí a no ser indiferente al dolor y el sufrimiento de los demás. Consecuente con ello, aprendí a hacer coincidir lo que pienso con lo que siento y hago, avanzando en coherencia y unidad. Aprendí a tratar a los demás como quiero ser tratado. Fui aprendiendo cómo superar el dolor y el sufrimiento en mí, en mi prójimo y en la sociedad humana. Aprendí a resistir la violencia que hay en mí y fuera de mí. Aprendí estas y muchas cosas más y todo ello cambió mi destino radicalmente, porque ese aprendizaje no fue teórico y en vacío, sino que aprendí gracias al compromiso vital – mente, corazón y cuerpo – con la enseñanza de Silo al plasmarla en mi vida y en el mundo.
Así fue creciendo dentro de mí el considerar al ser humano como máximo valor por encima del dinero, del Estado, de la religión, de los modelos y de los sistemas sociales. Sentí la necesidad de impulsar la libertad de pensamiento, de propiciar la igualdad de derechos y la igualdad de oportunidades para todos los seres humanos, de reconocer y alentar la diversidad de costumbres y culturas, de oponerme a toda discriminación, y de ejercer la resistencia justa contra toda forma de violencia, sea esta física, económica, racial, religiosa, sexual, psicológica o moral.
Fue creciendo en mí la necesidad de dar testimonio de mi espiritualidad y mi creencia en la inmortalidad y en lo sagrado. ¡Cómo no compartir con otros todo lo grande y bueno que me ha ocurrido! Porque esta espiritualidad – como propone El Mensaje de Silo – “no es la espiritualidad de la superstición, no es la espiritualidad de la intolerancia, no es la espiritualidad del dogma, no es la espiritualidad de la violencia religiosa; es la espiritualidad que ha despertado de su profundo sueño para nutrir a los seres humanos en sus mejores aspiraciones.”
Más agradezco al Mensaje de Silo cuando recuerdo una buena parte de mi generación, diezmada por las falsas puertas que ofrece un sistema deshumanizante. Entre otras, la droga, la espiritualidad hedonista y estéril, la violencia armada del signo que fuere: estas se llevaron a muchos de mis coetáneos. De manera que El Mensaje de Silo no sólo salvó mi alma, sino muy probablemente también mi cuerpo.
Es mucho lo que queda en el tintero, pero nuestro tiempo es limitado. Estas han sido sólo unas pinceladas, por cierto bastante desprolijas e incompletas. Pero, como dije, ya vendrán muchos otros que completarán y ampliarán lo que hoy sólo puedo esbozar.
Quisiera invitarles a no dejarse engañar por el tamaño del libro. Se trata de una síntesis compacta y poderosa, “moléculas pesadas”, como lo llamaría risueñamente su autor. Se trata de un destilado esencial de la enseñanza de Silo, apoyado por su ejemplo viviente y su obra que abarca varios decenios en todo el mundo.
Entonces, para cerrar, quisiera expresar un pedido para este momento crítico de nuestro mundo.
Quiera que nosotros los seres humanos, en silencio y con unción, bajo un profundo cielo nocturno, al contemplar ese vacío insondable en el que estamos maravillosamente suspendidos, podamos captar aquello que alumbre nuestro Sentido. O bien, quiera que a la hora en que conmocionantes circunstancias nos pongan frente al fracaso de nuestras expectativas e ilusiones, podamos bucear en nuestras almas y encontrar en lo profundo de ella ese camino que nos proyecte más allá del sufrimiento, de lo provisorio y de lo perecedero.
Por estas o por varias otras vías que sean, ojala que las respuestas que hallemos a la existencia, por cuanto diversas puedan ser entre sí, nunca nos dejen indiferentes ante el rostro sufriente de nuestros hermanos y hermanas, sino que nos lleven compasivamente hacia ellos en una nueva alborada de la humanidad. Y ese alumbramiento social y personal será posible, porque desde la partícula cuántica, pasando por todos los seres vivientes hasta las enormes galaxias, un Plan anima desde siempre la Vida que crece inexorablemente hacia
Les agradezco y les deseo a todos ustedes ¡Paz, Fuerza y Alegría!
Ojalá seamos capaces de fortalecer nuestras experiencias para aprender a mostrar sin necesidad de decir. Y en esa transición, ojalá sepamos decir mensajes bien traducidos, como el arriba escrito.
ResponderEliminarAbrazo.