PRESENTACIÓN DEL LIBRO “EL MENSAJE DE SILO” (MAR DEL PLATA)

EN MAR DEL PLATA DEL 5 DE FEBRERO DE 2008 – FERNANDO GARCIA

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Empecemos con un poco de contexto. Hace 30 años, precisamente en 1978, aparecía publicado en el diario “La Capital” de esta ciudad un pequeño aviso por el que se anunciaba que quien les habla partía para el Asia a difundir las enseñanzas de Silo.

Así lo hice, creyendo que estaría de regreso en Mar del Plata al poco tiempo; sin embargo, transcurrieron 25 años antes de que volviera a residir en nuestro país. De manera que esta presentación de hoy tiene para mí un significado muy especial.

Aquí, en mi ciudad natal, entré en contacto con las enseñanzas de Silo en 1970 y aquí inicié mi participación en su obra.

Esos primeros años eran años difíciles para nuestro país. La violencia de los bandos en pugna nos alcanzaba a todos. Nosotros, los pocos siloístas que éramos entonces, proponíamos como hoy el cambio simultáneo de uno mismo y de la sociedad por la no-violencia activa.

Precisamente por preconizar la no violencia, no gozábamos de las simpatías de ninguno de los bandos violentos, y sistemáticamente se nos sospechaba, difamaba, discriminaba y hostigaba. Como éramos un pequeño grupo de jovencitos, no teníamos los recursos para contrarrestar esos atropellos, ni ningún poder o institución que se hiciera eco de nuestro reclamo.

Peor aun, como muchos de ustedes recordarán, la denuncia o la protesta pacífica ante los atropellos eran motivo de mayores y peores atropellos.

Ya en mis primeras reuniones, los participantes de mi grupo fuimos arrestados sin que se asentara ninguna acusación ni condena. Y esto se repitió en los años siguientes en muchas ocasiones, en diversos grupos, siempre sin acusaciones ni condenas.

Para ilustrar, recuerdo que a pocos metros de donde estamos hoy reunidos, por primera vez Silo se reunió públicamente con nosotros en 1974 para una conferencia. Se trataba de una reunión abierta como esta, en la sala de un hotel cercano.

Allí irrumpieron las fuerzas del “orden” que nos detuvieron a todos los presentes. Se trataba de algo más de un centenar de jovencitos, niños, madres y padres, abuelas y abuelos, y otros parientes que, junto con Silo, fuimos trasladados malamente y a punta de ametralladora a las unidades de detención. Y esto por estar hablando pacíficamente de la no violencia, de la espiritualidad, y de todo aquello que hace feliz y libre al ser humano.

Esos eran los tiempos que corrían.

En ambientes educativos, laborales, religiosos y demás, algunos ciudadanos bienpensantes alertaban a todos acerca de la peligrosidad de Silo, su enseñanza y su movimiento. Se contaban como hechos fehacientes los supuestos crímenes y aberraciones de todo tipo que se estarían cometiendo por obra de esa nefasta “secta”, como entonces la llamaban. Entre otras cosas, se decía que esa “secta” destruía a las familias. Y claro, nuestras familias eran por cierto afectadas por esa violencia mental y emotiva que se les infligía con las peores calumnias. Sin embargo, a pesar de sus torpes intentos, esos “ciudadanos bienpensantes” nunca lograron destruir con su difamación a ninguna de nuestras familias. De hecho, hoy agradezco a mi familia el apoyo que siempre ha brindado a mi participación en la obra de Silo.

Esos eran los tiempos que corrían; y me atengo a unos pocos ejemplos de lo sucedido en esta ciudad para no extender esta exposición con lo ocurrido en otras ciudades del país.

Lejos de disuadirnos o desanimarnos, esa oposición inicial nos convenció aun más de lo nuestro y nos dio un nuevo estímulo para aumentar nuestra acción.

Como nosotros practicamos la reconciliación con nosotros mismos y los demás, nos hemos reconciliado con todo aquello, aunque no lo olvidemos. Ojalá que los violentos de entonces puedan hacer lo mismo antes de pasar a otra vida y a otro mundo.

Al no apoyar a ninguno de los bandos violentos y proponer la no violencia, éramos izquierda para la derecha, y éramos derecha para la izquierda de entonces. Lo más suave que se nos endilgaba era que nuestra propuesta era “idealista” y “utópica”, entendiendo por ello una ilusión irrealizable, estúpida e infantil.

¿Y qué pasó con sus utopías? He aquí unos pocos ejemplos de sus utopías:

La utopía del cambio social por un “levantamiento popular armado” o por una “vanguardia revolucionaria”.

La utopía de que una cierta clase social es naturalmente “revolucionaria” o “contrarrevolucionaria”.

La utopía de que al cambio de sistema económico y político le corresponde necesariamente un profundo cambio en la mentalidad de la gente.

La utopía de la represión, la censura y la violencia para conservar intereses elitistas e imponer valores anti-humanistas.

La utopía de que la prosperidad y el privilegio de unos pocos se pueda sostener con la indigencia y la sumisión del resto.

¿En qué están hoy aquellos que nos llamaban utópicos? Sus organizaciones no han resistido la prueba del tiempo: han desaparecido, cayeron en el descrédito o se han asimilado al mundo de lo establecido, traicionando su discurso.

Fue así porque su ideario era estrecho de miras y su forma de lucha era violenta. Distinto hubiera sido su destino si hubiesen abrazado la causa grande y noble de humanizar la tierra, y trabajar por ello con la metodología de la no violencia.

También estuvieron las utopías de los sistemas económicos capitalista, marxista, o liberal en sus múltiples variantes.

Las utopías de los sistemas políticos – aparentemente de signo opuesto − basados en la coerción o la manipulación de la gente.

Y sus utopías más recientes: El restablecimiento de lo que ellos llaman la “libertad” y la “democracia” por la intervención armada, irónicamente llamada “humanitaria”. La democracia formal y el bipartidismo. La amañada “apertura de los mercados”, el “libre comercio” y la “libre competencia”. La fábula de las empresas multinacionales que respetan el ambiente y que crean riqueza y empleo en los países donde invierten. La quimera de lograr seguridad mediante el control, la represión y el armamentismo. La utopía de la riqueza y del consumismo como garantía de felicidad y libertad, de sentido de vida. Por último, la utopía de los parches pseudos-espirituales que prometen paraísos artificiales sin cambiar la vida que se lleva ni el mundo en que se vive. ¡Esas son utopías, amigo¡

¿En qué han quedado esas utopías a la luz de los hechos? ¿A dónde nos han llevado esas utopías? ¿Qué tipo de mundo y de ser humano nos han dado? ¿Quiénes eran utópicos, nosotros o ellos?

Fueron utopías que se usaron para manipularnos y estafarnos repetidamente con bellas falsedades y promesas no cumplidas. Un mundo en que en nombre de esas utopías se cometieron todo tipo de violencias atroces: violencia física, económica, racial, religiosa, sexual, psicológica y moral. Nos entregaron un mundo deshumanizado donde el máximo valor no es el ser humano y su vida, sino el dinero. Un mundo donde prima el poder, la violencia y la inseguridad del presente y del futuro. Un mundo en guerra permanente, siempre al borde del desastre financiero, del desastre ecológico, del desastre atómico, del desastre humanitario, siempre al borde del desborde.

Prefiero entonces nuestra “utopía”: la utopía de humanizar la tierra, por un mundo en el que la felicidad y la libertad sean para todos, y no que el bien de unos sea a expensas del de los otros. Un mundo en el que no se ejerza violencia de ningún tipo, no porque esté penada o reprimida, sino porque sea inconcebible y repugnante. Esto y mucho más es nuestra utopía.

¿Les parece ingenuo? Pues es mejor la “ingenuidad” de la gente buena antes que las “realidades” de los funcionarios del orden establecido. Prefiero la utopía de la gente buena antes que el cinismo de los violentos. ¡Utopía: sí, Prozac: no!

Nosotros seguimos avanzando y cada día estamos más enamorados de nuestra utopía. Nuestra utopía de los tiempos juveniles no quedó en el pasado ni se perdió, sino que mejoró, creció y se multiplicó.

Todo esto puede parecer alejado de un libro sobre espiritualidad como el que hoy presentamos. Sin embargo, este mundo de lo establecido, tal como está armado, no tiene solución o salida sin una nueva espiritualidad. No es emparchando los harapos raídos que quedan que se vestirá el futuro que anhelamos. De la misma manera, una vida personal en pos de sentidos provisorios o falsos está destinada al fracaso de las expectativas.

El profundo desasosiego que hoy en día se experimenta a nivel individual y social no se debe a que falte un objeto tangible, que se puede obtener y luego todo estará bien. Ese profundo desasosiego se explica por el modo en que están organizadas esas vidas y esta sociedad. Están organizadas en torno a sentidos de vida falsos o provisorios, en torno al “recibir” y no al “dar” desinteresado, en torno a un “yo” sin “nosotros”, a la falta de un Sentido mayor. Y esto no puede dejar de contaminar todo a su alrededor ni, por último, producir otra cosa que una profunda insatisfacción.

Y no bastará ninguna organización, partido o movimiento – por más loables y útiles que sean − para acabar de raíz con todo aquello. Aun la gente más amable y bondadosa deberá reconocer la necesidad de un cambio profundo y decidirse a Convertir su vida. Y para ello habrá que superar los resabios de la censura de ciertos temas y de la autocensura que quizá nos imponemos.

El Mensaje de Silo trata de todo esto y de mucho más. ¿Y de qué más trata El Mensaje de Silo?

El Mensaje de Silo trata de cómo al sin-sentido de la vida se lo convierte en sentido y plenitud. El Mensaje de Silo nos ayuda para ir hacia lo Profundo de la conciencia y conectar con la fuente insondable de Sentido.

Nos ayuda a encontrar un Sentido profundo, positivo y duradero para nuestras vidas. Nos ayuda a tomar contacto con lo Sagrado: a partir de lo que cada uno considere sagrado. Nos ayuda a hacer crecer nuestra fe de que no todo termina con la muerte.

“¿Para qué sirve esto?” Por ejemplo, para lograr verdadera felicidad y libertad para uno mismo y los que nos rodean. Para vencer los cuatro grandes temores: el temor a la enfermedad, a la pobreza, a la vejez y a la muerte.

“¿Y para qué sirve esto?” Para dar una nueva espiritualidad que humanice nuestra vida y el mundo en que vivimos, logrando un verdadero Sentido y erradicando la violencia.

“Pero yo la paso bien, ¿a mí qué me importa el mundo?” Bueno, entonces este libro no es para usted. Verdadera espiritualidad es la de los hombres y mujeres que quieren transformar no sólo el sentido de sus vidas, sino también ayudar para que otros puedan hacerlo, trabajando además por cambiar las condiciones de violencia en que vivimos.

Quisiera invitarles a no dejarse engañar por el tamaño del libro. Se trata de una síntesis compacta y poderosa, para consultar una y otra vez como fuente de inspiración. Se trata de un destilado esencial de la enseñanza de Silo, apoyado por su ejemplo viviente y su obra que abarca varios decenios en todo el mundo.

Este no es un libro de “auto-ayuda” ni de la “new age”. Este libro está en la categoría de las obras de espiritualidad que han dado origen a nuevas civilizaciones. Este es El Libro para la nueva sensibilidad que está naciendo y la civilización planetaria que le corresponde: para la futura nación humana universal.

¿Y qué hace uno con este libro? Primero lo lee despacito y sin apuro, en lo posible con una lectura atenta, reflexiva, y con apertura emotiva.

Mientras lo lee o después, lo va interpretando como le parece. Cada uno interpreta libremente como quiere lo que está escrito en el libro, ojalá también en compañía de otros.

¿Qué más hace uno con este libro? Cada uno hace lo que quiere con este libro y su Mensaje. Si uno quiere, toma las partes que más lo tocan y las aplica a su vida o se las recomienda a otros. Incluso, si quiere, forma su propio grupo para conversarlo y practicarlo; y no le rinde cuentas a nadie, ni nadie le pide cuentas a usted.

Si quiere puede participar en alguno de los grupos ya existentes de La Comunidad de El Mensaje de Silo. Para ello no es necesario que usted cambie sus creencias. Por ejemplo, se puede participar en La Comunidad de El Mensaje de Silo creyendo o no creyendo en dios, y tener una profunda espiritualidad (de hecho y por ejemplo, millones de budistas lo hacen).

Nadie le viene a decir a usted cómo tiene que hacer las cosas. Usted no tiene ninguna obligación, no tiene que pagar nada y no está forzado a abandonar nada. Todo queda librado a lo que usted elija, como siempre.

Porque esta espiritualidad – como propone El Mensaje de Silo “no es la espiritualidad de la superstición, no es la espiritualidad de la intolerancia, no es la espiritualidad del dogma, no es la espiritualidad de la violencia religiosa; es la espiritualidad que ha despertado de su profundo sueño para nutrir a los seres humanos en sus mejores aspiraciones.”

¿Y quién es Silo?

Silo es un ser humano muy bueno, muy sabio y con mucha fuerza espiritual que nos ayuda con su Mensaje y el ejemplo de su obra. Silo es el nuevo guía espiritual universal. Silo está donde el Monte Aconcagua, y desde allí seguirá llegando su mensaje. Allí está nuestro Parque, en ese paraje conocido como Punta de Vacas. Y en el mundo hay más parques y salitas de reunión que albergan y multiplican El Mensaje de Silo.

Hoy no sólo doy testimonio del cambio profundo y positivo que Silo y su Mensaje produjeron en mi vida y la de los que me rodean, sino también de haber sido testigo de esto mismo en muchos de los más de 100 países donde se desarrolla nuestra obra. Lo viví en las ciudades, villas miseria y zonas rurales del Asia budista e hinduista, en los barrios populares de la Europa cristiana, en las aldeas del África musulmana, en nuestras ciudades de Latinoamérica: todos con gran diversidad de culturas y de credos

No solamente he visto miles de individuos renovar la fe en sí mismos, en los demás y en el futuro, sino enteros grupos humanos inspirados por esta guía espiritual que han hecho propia, no obstante los paisajes culturales tan distintos.

En esos lugares tan disímiles – urbanos y rurales, ricos y pobres – he vivido y he visto las profundas experiencias que se producen también con las Ceremonias, que constituyen la segunda parte del libro que hoy presentamos. Esas Ceremonias no obstante su sencillez en una primera lectura son instrumentos muy poderosos de inspiración y de cambio personal, de elevación espiritual para nuestras vidas, de reconciliación y de unión con nosotros mismos y con los demás. Esas Ceremonias nos ponen en contacto con lo mejor de nosotros mismos y de los demás. Pero, claro está, se trata de experiencias vivas para realizar con otros, y no solamente para leer a solas.

El Mensaje de Silo es la expresión de lo “Profundo”, de la interioridad del espíritu humano capaz de trascender la limitación de los tiempos y los espacios en que vive nuestro “yo”. El Mensaje de Silo es el medio capaz de ponernos en presencia de lo Sagrado que se manifiesta desde lo “Profundo” del ser humano.

¿Quién no se hizo alguna vez este tipo de preguntas?: ¿Quién soy? ¿Adónde voy? ¿Qué hago en este mundo? ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Qué es lo definitivamente importante? ¿Para qué quiero vivir? ¿Todo se termina con la muerte o qué?

Si lo hiciste, entonces este libro y su Mensaje son para vos. No te engañes ni dejes que te engañen, no eres el único que se lo pregunta y no estás sólo en tu búsqueda de respuestas. Y si nunca te lo preguntaste, vale la pena que empieces a hacerlo; y este libro te servirá como guía para ello.

Pero para que el Mensaje pueda cambiarte en profundidad, deberá comenzar a impregnar tus pensamientos, tus sentimientos y acciones en la vida cotidiana, en tu relación con los demás. En definitiva, en tu sentido o propósito de vida.

Yo lo hice y traté de ser fiel a Silo y su enseñanza. Claro está, no siempre lo logré a la perfección; pero por el intento repetido nunca dejé de avanzar, mejorando así como ser humano y compartiendo con otros lo mejor de mí.

Uno puede cargar con su vida, arrastrándola o llevándola a cuestas como un peso; o bien navegar por ella con entusiasmo y alegría, empujados por el viento de la inspiración. Vivir inspirado por El Mensaje de Silo es como vivir enamorado o en una hermosa aventura sin fin. Así, mis mejores sueños de juventud se han ido cumpliendo con creces gracias a Silo y su Mensaje.

Hoy siento más que nunca crecer en mí y en quienes me acompañan la felicidad y la libertad, y no reconozco ni aun en la muerte un límite para ese crecimiento.

Así, parafraseando libremente las palabras de El Mensaje de Silo, de a poco fui aprendiendo a no creer que mi vida o la de otros terminen con la muerte. Aprendí a no ser indiferente al dolor y el sufrimiento de los demás. Consecuente con ello, aprendí a poner de acuerdo lo que pienso con lo que siento y lo que hago, avanzando en coherencia y unidad. Aprendí a tratar a los demás como quiero ser tratado. Fui aprendiendo cómo superar el dolor y el sufrimiento en mí, en mi prójimo y en la sociedad humana. Aprendí a resistir la violencia que hay en mí y fuera de mí.

Aprendí estas y muchas cosas más; y todo ello cambió mi destino radicalmente, porque ese aprendizaje no fue teórico y alejado del mundo, sino que aprendí gracias al compromiso vital – con mi mente, corazón y cuerpo con la enseñanza de Silo al aplicarla en mi vida y en el mundo.

Así llegué a considerar la felicidad y la libertad del ser humano como máximo valor por encima del dinero, del Estado, de la religión, de los modelos y de los sistemas sociales. Así fue creciendo mi vocación por impulsar la libertad de pensamiento, de propiciar la igualdad de derechos y de oportunidades para todos los seres humanos, de reconocer y alentar la diversidad de costumbres y culturas, de oponerme a toda discriminación, y de ejercer la resistencia justa contra toda forma de violencia, sea esta física, económica, racial, religiosa, sexual, psicológica o moral.

Y fue creciendo en mí la necesidad de dar testimonio de mi espiritualidad y mi creencia en la inmortalidad y en lo sagrado. ¡Cómo no compartir con otros todo lo grande y bueno que me ha ocurrido!

Es mucho lo que les podría contar, pero nuestro tiempo es limitado. Estas han sido sólo unas pocas pinceladas, por cierto bastante desprolijas e incompletas. Pero ya vendrán muchos otros que completarán y ampliarán lo que hoy sólo pude esbozar. Ojalá que muchos de ustedes se cuenten entre ellos.

Les agradezco su atención y les deseo a todos ¡Paz, Fuerza y Alegría!

PRESENTACIÓN DEL LIBRO "EL MENSAJE DE SILO" (ROSARIO)

Conferencia de presentación de la edición de Ulrica Ediciones del libro El Mensaje de Silo – Librería Homo Sapiens – Ciudad de Rosario (Argentina) – 20 de diciembre de 2007 a cargo de Fernando A. García.

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A propósito de la Fundación para la Humanización que se acaba mencionar, y antes de comenzar, quisiera dedicar mi presentación a la memoria viva de un representante ejemplar del Mensaje de Silo, un gran humanista y querido amigo de India, Jayesh N. Shah.

Me he ofrecido ingenuamente para acompañar con algunas palabras esta presentación de El Mensaje de Silo, y lo hice con alguna vacilación inicial de mi parte de la que quisiera hacerles partícipes.

¿Cómo presentar un libro que para mí está en la categoría de los textos fundacionales de las grandes civilizaciones? Es como si me invitaran a presentar el Dhammapada budista, el Corán musulmán, el Zendavesta zoroastriano, el Tao Te King taoísta, el Analectas de Confucio, la Biblia u otros similares. ¿Quién hubiese tenido en su momento las credenciales necesarias para tamaña tarea?

No podré hacerle justicia al valor del libro, ni podré demostrarles a ustedes lo que afirmo. Por eso es que elijo la vía del testimonio de su valor para mí indubitable dado por mi experiencia personal, y descarto la vía de una pretendida demostración intelectual, por cierto árida e improbable.

De manera que sólo puedo dar mi testimonio personal y este, a su vez, muy limitado por el breve tiempo del que aquí disponemos. Mi testimonio personal ha sido precedido por los testimonios de cientos de miles de personas que con su obra, su palabra y su ejemplo, dieron y siguen dando fe de la bondad de este Mensaje. Y luego seguirán aun muchos más testimonios, seguramente distintos y mejores.

Para esto no necesito otra acreditación que la de mi experiencia personal con este libro y su Mensaje. La demostración definitiva -y la que en verdad cuenta- provendrá de la aceptación masiva y creciente de este Mensaje en el corazón de la gente. Y esto es algo que ya está sucediendo entre la gente buena de los distintos continentes.

En el verso 7, capítulo 4, del Bhagavad Gita, una de las principales historias narradas en el Mahabharata, que es a su vez uno de los poemas épicos más extensos de la literatura mundial y uno de los principales textos sagrados de los hinduistas, el Señor Krishna, hace unos 5000 años, antes de la gigantesca batalla que se avecina, le explica lo siguiente al héroe guerrero de la historia, su pariente y amigo, Arjuna:

“Siempre y en todo lugar donde decaiga la espiritualidad y predomine la falta de espiritualidad, en ese momento me manifiesto en forma humana, O Arjuna, descendiente de Bharat”.

Así decía el Señor Krishna, octava encarnación del dios hinduista Vishnu, manifestación en forma humana del principio universal trascendente, sin tiempo y sin forma, que aparece en aquel momento tan crítico para dar su enseñanza espiritual. A esa octava encarnación le siguió una novena, 2500 años más tarde, en la figura de Buda, y se dice que habrá una décima y última en la persona de Kalki, que debe aparecer en la era hinduista de Kali Yug: conflictiva y caótica era que precede al surgimiento de otra armoniosa, de la que según esta concepción ya nos encontramos en sus postrimerías.

Para los que se estén preguntando si no me habré equivocado de libro a presentar, les aclaro que comento esto para ilustrar lo esencial de esta historia y algo en lo que creo firmemente. Creo firmemente que hay “Algo en la historia del ser humano que de época en época se encarna en distintas culturas y latitudes, “Algo” que vuelve a enderezar hacia el justo rumbo en el momento más oscuro, cuando todos los caminos del ser humano parecen agotados o cerrados. Hay un principio trascendente, o bien una Intención o Plan universal (si ustedes quieren) que invariablemente reorienta y allana el camino ascendente de la historia del ser humano.

Quizá algunos prefieran explicar este fenómeno por las teorías de los sistemas auto-organizativos, que desde hace tiempo se plantean en los diversos campos de la ciencia en los trabajos, por ejemplo, del premio Nóbel de Química ruso Ilya Prigogine, del biólogo inglés Rupert Sheldrake, del físico alemán Hermann Haken, y muchos otros... Pero otros reconocemos en esto los signos de lo Sagrado.

Y ese “Algo trascendente se encarna y manifiesta a través de nosotros, los seres humanos, en mayor o menor medida, con momentos de luz y de penumbra, con avances y retrocesos. En épocas antiguas de culturas y civilizaciones separadas, surgieron individuos extraordinarios que, desde los márgenes de los centros de poder de la época y lugar, mostraron el camino en momentos de gran crisis. Ese surgimiento al comienzo fue suave como un susurro casi inaudible, y leve como una brisa incierta.

Hoy nuestro mundo atraviesa por una crisis sin precedentes, porque en la mundialización actual todos los puntos están interconectados y nuestros destinos ya no se deciden en forma aislada. Todo lo que conocemos y queremos está en peligro, tanto nuestro presente como el futuro de las jóvenes generaciones.

Yo no digo que Silo sea Krishna, Buda o Kalki. Silo es Silo (según el mismo afirma). Creo que Silo, 5000 años más tarde, encarna y hace verdaderas las palabras del Señor Krishna. Reconozco en Silo el nuevo y gran guía espiritual universal, un alma grande, que con gran sabiduría, bondad y fuerza de espíritu se presenta como manifestación tangible de ese principio trascendental inefable. Y creo que El Mensaje de Silo es la mejor traducción y referencia existente de ese principio trascendental inefable.

Por cierto, Silo y su Mensaje se manifiestan oportunamente en este momento histórico tan crítico, en el momento de esta gran batalla planetaria que se libra entre las zonas de luz y de sombra de la conciencia humana, entre aquello que va a favor de la vida y el nihilismo que la niega. Porque estamos próximos al fin de los tiempos los tiempos de una violenta prehistoria humana y al alba de una Historia cálidamente humana propia de una civilización planetaria, de una nación humana universal.

Porque la historia del ser humano no es sólo aquella que da cuenta de sus imperios y sus guerras, de sus sistemas económicos, de sus modelos políticos, de sus ciencias y tecnologías, de sus religiones o sus civilizaciones. La historia humana es más esencialmente la historia del trabajoso pero inexorable ascenso hacia la liberación de todo sufrimiento y toda opresión del género humano, y hacia todo lo que de esta liberación se derive. En definitiva, la progresiva humanización del mundo.

Y a la base de ello, la historia humana es asimismo la historia de la expresión del sentimiento religioso que a veces, pero no siempre, se viste con el ropaje formal de las religiones. Se trata de esa religiosidad que se pregunta y se maravilla ante el mundo y sus incógnitas, que busca en el rostro de nuestros semejantes o que busca en el interior de nosotros mismos ese Sentido que ilumine nuestras vidas. Esa nueva espiritualidad que da origen a civilizaciones y las anima cuando nacen; civilizaciones que decaen y dan paso a otras cuando el ropaje que adoptó la espiritualidad que las animaba ya no alcanza para abrigar un momento más complejo de su desarrollo.

¿Y cuál es la nueva espiritualidad que nos propone Silo? Antes de entrar en contacto con Silo y su enseñanza, hace ya casi cuarenta años, cuando era joven y buscaba aclarar quién era y hacia dónde iba; había cosas que no quería de la espiritualidad y otras que sí quería, entre ellas:

Quise una espiritualidad que no adorara a la muerte y al sufrimiento, sino que fuera una celebración de la vida, la felicidad y la libertad.

No quise una espiritualidad que bendijera cañones, cuyo dios fuera copiloto de bombarderos o sus ministros asistentes de torturadores.

No quise una espiritualidad que me alejara de la vida y del mundo, sino que me alentara y ayudara a abrazarlos con un sentido inspirador.

No quise una espiritualidad que viera en la mujer un objeto para dominar o un instrumento de perdición, sino el amable rostro femenino de nuestra condición humana.

No quise una espiritualidad que degradara o reprimiera al sexo y al amor a la par que glorifica la violencia, sino que me orientara a expresar con ellos lo mejor de mí mismo.

Quise una espiritualidad para la que ser joven y creer que un mundo mejor es posible no fuera visto como una enfermedad peligrosa que se cura naturalmente con el cinismo y la resignación de los años.

Quise una espiritualidad que no le diera la espalda a los humildes mientras sirve a los poderosos, sino que viera en aquellos la evidencia de todo lo que nos queda por hacer y el acicate para hacerlo.

Quise una espiritualidad que no me enjuiciara hablándome severamente de dios y sus dogmas, sino que amablemente me ayudara a ponerme en presencia de lo sagrado... porque, si existe un dios, quiero un dialogo directo con él sin guardianes ni intermediarios.

Quise una espiritualidad que no opusiera el compromiso social al desarrollo personal, sino que los conciliara e hiciera de uno el motor del otro.

Quise Paz, quise Fuerza interna y quise Alegría.

Todo esto y mucho más, que en aquel entonces ni siquiera era soñado por mí, encontré en Silo y su Mensaje.

Para ilustrar, leamos cómo inicia “La Mirada Interna”, que es la primera parte del libro que aquí presentamos:

“1. Aquí se cuenta cómo al sin-sentido de la vida se lo convierte en sentido y plenitud.

2. Aquí hay alegría, amor al cuerpo, a la naturaleza, a la humanidad y al espíritu.

3 Aquí se reniega de los sacrificios, del sentimiento de culpa y de las amenazas de ultratumba.

4. Aquí no se opone lo terreno a lo eterno.

5. Aquí se habla de la revelación interior a la que llega todo aquel que cuidadosamente medita en humilde búsqueda.”

Así comienza Silo a narrar su recorrido espiritual y su mejor enseñanza, con su habitual estilo cálido y cercano, propio de aquellos que nos quieren bien y no tienen intereses de parte ajenos a nuestro bienestar. Ya de entrada nos damos cuenta que estamos ante algo completamente nuevo en este campo.

Hoy no sólo doy testimonio del cambio profundo y positivo que Silo y su Mensaje introdujeron en mi vida y la de los que me rodean, sino también de haber sido testigo de lo mismo en las villas miseria y zonas rurales del Asia budista e hinduista, en los barrios populares de la Europa cristiana, en los villorrios del África musulmana, en nuestras ciudades de Latinoamérica de tan variados credos…

No solamente he visto individuos renovar la fe en sí mismos, en los otros y en el futuro, sino grupos humanos enteros inspirados por esta guía espiritual que sienten como propia, no obstante la diversidad de paisajes culturales tan distintos entre sí.

En esos lugares tan disímiles – urbanos y rurales, ricos y pobres – he vivido y he visto las profundas experiencias que producen también las Ceremonias, que constituyen la segunda parte del libro que hoy presentamos. Esas Ceremonias cuya sencillez puede llamar a engaño con su sola lectura son instrumentos muy poderosos de inspiración, de elevación espiritual para nuestras vidas, de reconciliación y de unión con nosotros mismos y con los demás. Esas Ceremonias nos ponen en contacto con lo mejor de nosotros mismos y de los demás. Pero, claro está, se trata de experiencias vivas para realizar con otros, y no solamente para leer a solas.

El Mensaje es la expresión de lo “Profundo”, de la interioridad del espíritu humano capaz de trascender los tiempos y los espacios en que vive nuestro “yo”. El Mensaje es el medio capaz de ponernos en presencia de lo Sagrado que se manifiesta desde la profundidad del ser humano.

Pero para que el Mensaje pueda hacerlo, deberá comenzar a impregnar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y acciones en la vida cotidiana, en nuestra relación con los demás, y en nuestra dirección o propósito de vida. No bastará que quede como letra impresa, pero esta por cierto ayudará si comenzamos con su lectura atenta, reflexiva, y con apertura emotiva. Y mucho más si lo hacemos en conjunto con otros, ejerciendo nuestra libre interpretación del texto, tal como proponen Silo y su Mensaje.

Yo lo hice y traté de ser fiel a Silo y su enseñanza. No siempre lo logré a la perfección, pero por el intento repetido nunca dejé de avanzar, mejorando como ser humano y compartiendo con otros lo que era bueno para mí. Hoy siento más que nunca crecer en mí y en quienes me rodean la felicidad y la libertad, y no reconozco ni aun en la muerte un limite para ese crecimiento.

Así, parafraseando libremente las palabras del Mensaje, fui aprendiendo a no creer que mi vida o la de otros termina con la muerte. Aprendí a no ser indiferente al dolor y el sufrimiento de los demás. Consecuente con ello, aprendí a hacer coincidir lo que pienso con lo que siento y hago, avanzando en coherencia y unidad. Aprendí a tratar a los demás como quiero ser tratado. Fui aprendiendo cómo superar el dolor y el sufrimiento en mí, en mi prójimo y en la sociedad humana. Aprendí a resistir la violencia que hay en mí y fuera de mí. Aprendí estas y muchas cosas más y todo ello cambió mi destino radicalmente, porque ese aprendizaje no fue teórico y en vacío, sino que aprendí gracias al compromiso vital – mente, corazón y cuerpo con la enseñanza de Silo al plasmarla en mi vida y en el mundo.

Así fue creciendo dentro de mí el considerar al ser humano como máximo valor por encima del dinero, del Estado, de la religión, de los modelos y de los sistemas sociales. Sentí la necesidad de impulsar la libertad de pensamiento, de propiciar la igualdad de derechos y la igualdad de oportunidades para todos los seres humanos, de reconocer y alentar la diversidad de costumbres y culturas, de oponerme a toda discriminación, y de ejercer la resistencia justa contra toda forma de violencia, sea esta física, económica, racial, religiosa, sexual, psicológica o moral.

Fue creciendo en mí la necesidad de dar testimonio de mi espiritualidad y mi creencia en la inmortalidad y en lo sagrado. ¡Cómo no compartir con otros todo lo grande y bueno que me ha ocurrido! Porque esta espiritualidad – como propone El Mensaje de Silo “no es la espiritualidad de la superstición, no es la espiritualidad de la intolerancia, no es la espiritualidad del dogma, no es la espiritualidad de la violencia religiosa; es la espiritualidad que ha despertado de su profundo sueño para nutrir a los seres humanos en sus mejores aspiraciones.”

Más agradezco al Mensaje de Silo cuando recuerdo una buena parte de mi generación, diezmada por las falsas puertas que ofrece un sistema deshumanizante. Entre otras, la droga, la espiritualidad hedonista y estéril, la violencia armada del signo que fuere: estas se llevaron a muchos de mis coetáneos. De manera que El Mensaje de Silo no sólo salvó mi alma, sino muy probablemente también mi cuerpo.

Es mucho lo que queda en el tintero, pero nuestro tiempo es limitado. Estas han sido sólo unas pinceladas, por cierto bastante desprolijas e incompletas. Pero, como dije, ya vendrán muchos otros que completarán y ampliarán lo que hoy sólo puedo esbozar.

Quisiera invitarles a no dejarse engañar por el tamaño del libro. Se trata de una síntesis compacta y poderosa, “moléculas pesadas”, como lo llamaría risueñamente su autor. Se trata de un destilado esencial de la enseñanza de Silo, apoyado por su ejemplo viviente y su obra que abarca varios decenios en todo el mundo.

Entonces, para cerrar, quisiera expresar un pedido para este momento crítico de nuestro mundo.

Quiera que nosotros los seres humanos, en silencio y con unción, bajo un profundo cielo nocturno, al contemplar ese vacío insondable en el que estamos maravillosamente suspendidos, podamos captar aquello que alumbre nuestro Sentido. O bien, quiera que a la hora en que conmocionantes circunstancias nos pongan frente al fracaso de nuestras expectativas e ilusiones, podamos bucear en nuestras almas y encontrar en lo profundo de ella ese camino que nos proyecte más allá del sufrimiento, de lo provisorio y de lo perecedero.

Por estas o por varias otras vías que sean, ojala que las respuestas que hallemos a la existencia, por cuanto diversas puedan ser entre sí, nunca nos dejen indiferentes ante el rostro sufriente de nuestros hermanos y hermanas, sino que nos lleven compasivamente hacia ellos en una nueva alborada de la humanidad. Y ese alumbramiento social y personal será posible, porque desde la partícula cuántica, pasando por todos los seres vivientes hasta las enormes galaxias, un Plan anima desde siempre la Vida que crece inexorablemente hacia la Luz.

Les agradezco y les deseo a todos ustedes ¡Paz, Fuerza y Alegría!

SOBRE LA CONVERGENCIA Y LA DIVERSIDAD

LA ACTITUD INTENCIONAL Y LA ACTITUD DIALECTICA

Fernando García, Buenos Aires, 26/05/08

Este es un borrador elaborado en base a nuestros materiales bibliográficos y apuntes de conversaciones de Silo.

Nuestra actitud humanista es intencional, y no es dialéctica.

Las actitudes, las creencias, los predialogales y las sensibilidades.

Las actitudes funcionan en algún sentido como las creencias . O sea, como estructuras de ideación antepredicativa sobre la que se montan otras estructuras que aparecen como “racionales”. La actitud, como lo hace la creencia, determina el campo, la perspectiva que se elige para desarrollar una idea, un diálogo, una visión de un tema, una actividad, una relación, etc. En el caso del diálogo, aun del más racional, las partes que dialogan dan por supuestas proposiciones no demostradas y con las que se cuenta sin discusión. En este caso se habla de “predialogales”. La creencia determina tanto los usos y costumbres como la organización del lenguaje, o la ilusión de un mundo que se toma como “real”, pero que se observa desde los limitados parámetros fijados por una perspectiva histórica. Esa perspectiva suele ser excluyente de otras. Algo similar ocurre a nivel individual, con las distintas perspectivas “históricas” dadas por los distintos momentos o instancias psicológicas en la que se encuentra el individuo. Los Estados Internos son ámbitos que condicionan la perspectiva del individuo y condicionan actitudes.
En lo psico-social, el sistema de creencias se va modificando a medida que cambia el “nivel” histórico de las generaciones, con lo que también se modifica la perspectiva, el “desde dónde” se puede o se quiere observar el mundo (personal, social, científico, histórico, etc.). Algo similar ocurre con los individuos y con el correlato de la actitud: la “sensibilidad”.
A cada actitud le corresponden actos internos diferentes que tendrán incidencia no sólo en las relaciones interpersonales sino, antes que nada, sobre la unidad o la contradicción internas.
Entonces, ¿para qué puede interesar darle un vistazo al tema de las actitudes dialéctica e intencional? Para reflexionar sobre la incidencia que estas tienen sobre el adecuado tratamiento de la diversidad y la convergencia, sin soslayar que tienen una influencia directa sobre cada humanista en términos de coherencia interna y externa.

A) La actitud dialéctica

La actitud dialéctica se genera más por oposición que por propia formulación autónoma. Es diferenciadora, reactiva, confrontativa y propia de la actitud maniquea que abunda en antagonismos , antinomias , conflictos, dicotomías, términos antitéticos , contrastes, oposiciones, discordancias, etc.
Lo que no es propio, lo que es diverso a lo propio, es percibido como amenaza o desafío en sentido amplio, y como tal invita a su negación. Esta negación puede tomar las formas diversas de crítica, desplazamiento, eliminación, soguzgamiento, negación etc.

La actitud dialéctica concibe las relaciones en términos bipolares, de mutua exclusión, “contra algo o alguien”, etc. La dicotomía es inherente a la actitud dialéctica. Si dos términos son diversos, necesariamente uno de ellos es verdadero y el otro falso.

La actitud dialéctica es propia de una forma mental , entendida como el tipo de secuencia lógica del razonar propia del medio cultural en que se vive. Tal forma mental es ajena a nuestro Humanismo Universalista. Tal sistema de ideación no es universal ni natural del ser humano, sino propio de un medio cultural particular con su historicidad. En otras palabras: la actitud dialéctica es propia del sistema.

Una posible reducción simbólica de la actitud dialéctica es la mandorla. Esta es la forma que, como ámbito mental de registro interno, condiciona la estructuración de los distintos fenómenos y, por lo tanto, su respuesta a ellos. La relación entre los centros manifiestos genera tensión en el centro tácito de la forma, tensión que no se resuelve a menos que medie la eliminación de uno de los centros manifiestos o la marcada desproporción entre ellos.

La actitud dialéctica intrínsecamente conlleva una degradación o negación de la diversidad (la diversidad no es un valor) y la intención de controlar la subjetividad del otro y, por lo tanto, de cosificarlo.

En la actitud dialéctica hay una cierta incapacidad (temporal o permanente) de desplazar el punto de vista que genera la antinomia y emplazarlo allí desde donde la nueva perspectiva reconcilia los aparentes opuestos.


B) La actitud intencional

La actitud intencional es la que, formulada una intención, busca constelar todo en función de la consecución de tal intención. La intención puede ser, por ejemplo, llevar adelante un plan, lograr un objetivo, mantener una conducta, estudiar un tema, etc.

La actitud intencional es coherente con nuestra concepción de la conciencia: La conciencia no es algo mecánico, pasivo y reactivo; es mucho más que eso: es una estructura evolutiva intencional. La dinámica real de la conciencia es trasformarse, trasformar el cuerpo y trasformar el mundo. De manera que trabaja en base a actos que buscan completarse en un futuro más o menos próximo o lejano. Esos actos son de estructuración del mundo y de respuesta activa frente al mundo, y no simples reacciones a estímulos con respuestas reflejas predeterminadas.

La actitud intencional es aquella que estructura el mundo en términos intencionales; es decir, coherentemente con un acto de conciencia lanzado hacia el futuro. Es otras palabras, organiza las actividades de coordinación y respuesta según el objeto del acto de conciencia lanzado al futuro. Así es que va organizando un paisaje interno, una “escena mental”, que responde a esa intención.

La actitud intencional integra y reconcilia en función de la consecución del acto lanzado. En tal sentido, se relaciona con el Principio de los opuestos: “Si para ti están bien el día y la noche, el verano y el invierno, has superado las contradicciones”. ¿Cómo se logra esto? Cuando se “mira” esas contradicciones (ilusorias) desde un punto de vista que no pertenece al mismo plano lógico en el que estas se plantean, sino desde otro superior que las engloba y las reconcilia. La “verdad” de un plano es superada por una “verdad” mayor. Es el punto de vista empleado el que hace que las diferencias resulten complementarias y por ende permitir una síntesis que las engloba. Es el interés de “superar las contradicciones”, en este ejemplo, el que posibilita encontrar ese punto de vista desde el cual los términos antitéticos “están bien”.

En nuestro caso de actitudes, cuando la dirección mental lanzada a la consecución del objeto del acto lanzado descarta o soslaya, por así decir, lo que no viene al caso, lo que no colabora con dicha consecución.

Una posible reducción simbólica de la actitud intencional es una flecha que apunta al futuro, como centro tácito o manifiesto. La relación de tensión se establece entre la flecha y el centro manifiesto o tácito al que apunta, desplazando energía en el sentido de la flecha.

A la actitud intencional le interesa el objeto de su acto. Sólo hay choque o reacción en la medida en que surjan resistencias en el avance de la intención hacia su objeto y necesariamente haya que sortearlas. Es decir, la reacción y el choque sólo son funcionales a la intención planteada. Por eso es que desde antiguo se nos explicó que nuestra identidad como Movimiento no está dada por ser “anti” (antisistema, anticlerical, antiyanqui o anticomunista, por ejemplo), sino por ser otra cosa fuera de la lógica de las posiciones y bandos existentes.

La actitud intencional trabaja también por vacío en relación a lo que no está vinculado con el objeto de su acto. En otras palabras, la actitud intencional, al fijar un objeto y un interés, genera un “horizonte lógico” que excluye todo lo que no queda incluido dentro de tal horizonte, todo lo que no guarda relación con este, de una manera análoga a la relación entre los campos de presencia y copresencia atencional (imagen del mundo) en la conciencia..

La actitud intencional es primariamente procesal. La actitud dialéctica es primariamente relacional. La actitud dialéctica es a la violencia como la actitud intencional es a la no violencia.

En la actitud intencional hay una cierta capacidad (temporal o permanente) de desplazar el punto de vista que genera la antinomia y emplazarlo allí desde donde la nueva perspectiva reconcilia los aparentes opuestos.

C) Actitudes como condiciones pre-dialogales - La relación entre actitudes

“No existe diálogo completo sino se considera a los elementos pre-dialogales en los que se basa la necesidad de dicho diálogo.”

“Así, para que un diálogo sea coherente es necesario que las partes: 1.- coincidan respecto al tema fijado; 2.- ponderen el tema en un grado de importancia similar y 3.- posean una definición común de los términos decisivos usados.”

“La intención previa al discurso pone el ámbito, pone el universo en el que se plantean las proposiciones. Tal universo no es genéticamente lógico; tiene que ver con estructuras pre-lógicas, pre-dialogales.”
Así, las distintas actitudes: dialéctica o intencional, cumplen esa función de ámbito que condiciona los pensamientos, sentimientos y acciones que surjan.

“Otro tanto vale para quien recibe el enunciado. Es necesario que el universo de discurso coincida entre quien enuncia y quien recibe la enunciación. De otro modo puede hablarse de no coincidencia del discurso.”
Si la actitud intencional apunta a algo más allá, o más arriba, del plano en que se mueve la actitud dialéctica, no habrá coincidencia del discurso.

“Había pues una intención lanzada hacia cierto resultado y eso permitía, a su vez, escoger enunciados y términos. No ocurre algo diferente en el lenguaje cotidiano, y aun en la ciencia, el discurrir va en dirección a un objetivo previamente planteado como hipótesis.”
Las actitudes dialéctica e intencional son intenciones diferentes lanzadas a resultados diferentes y, por lo tanto, el discurrir se arma, se hilvana en base a dichas actitudes.

“Cuando se establece un diálogo cada una de las partes puede tener intenciones diferentes y apuntar a objetivos distintos”.
Por cierto, si la intención de una de las partes es defender uno de los términos aparentemente antagónicos, mientras que la otra parte apunta a su superación en función de un objetivo mayor, el diálogo se hará difícil.

“Pero esa "importancia" no está puesta por el tema sino por un conjunto de creencias, valoraciones e intereses previos.”
Así es, y esa importancia puede coincidir en el grado, pero diferir en cuanto al interés que la mueve.

“De esta suerte, los elementos pre dialogales ponen no solamente el universo que pondera el tema sino las intenciones que están más allá (o más acá). Desde luego que los elementos pre dialogales son pre lógicos o actúan dentro del horizonte epocal, social, que los individuos frecuentemente toman como producto de sus personales experiencias y observaciones. Y ésta es una barrera que no se puede franquear fácilmente hasta tanto cambie la sensibilidad epocal, el momento histórico en que se vive.”
Las actitudes dialéctica e intencional tienen características pre-dialogales y son, por lo tanto, pre-lógicas. Y de la misma manera que los elementos pre-dialogales, el pasaje de una actitud dialéctica a una intencional depende, a nivel individual, del cambio de sensibilidad y momento psicológico del individuo.

“Esas dos posturas enfrentadas podrán establecer su diálogo pero los pre-dialogales que actúan en uno y otro caso son inconciliables como sistemas de creencias y como sensibilidad.”
Por ejemplo, mientras una postura estará abierta a la diversidad, la otra la verá como irrelevancia, disidencia, desviación o peligro. Mientras una postura verá la convergencia en términos de común denominador de la diversidad, la otra la verá en términos de uniformidad y homogenización de la diversidad.


D) Consecuencias

“En todo proceso dinámico las diferencias son importantes. De hecho, cuando las relaciones humanas se sintetizan, cuando no hay diferencias ni intercambio, el proceso se detiene. Las diferencias son importantes. Ahora bien, por el tipo de sistema en el que estamos incluidos, las diferencias son consideradas antitéticas (antagónicas). La misma idea de verdad es diferenciada por la de falsedad. Verdad y falsedad aparecen como antagónicas y universales. De ese modo, alguien que tiene "la verdad" se opone a otro que está sumergido en "la falsedad", y ambos no pueden complementarse ni avanzar si conservan tal punto de vista universal, antagónico y exclusivo.
“Pero sabemos que las cosas no son así de ningún modo. Si la verdad fuera única y exclusiva, sólo una de las dos posturas sería verdadera y la otra falsa. Sabemos que no es así. Por el contrario, ambas posturas tienen su grado de verdad y falsedad, con lo cual advertimos que los dos puntos de vista pueden ser complementados en un paso posterior progresivo.
“Lo dicho con respecto a los criterios de verdad y falsedad, vale también para otros criterios. Tomemos por ejemplo la idea de "eficacia". Si A es eficaz y se opone a B, aparece como evidente que B no es eficaz, cosa que, como sabemos, no es exactamente así. Esto puede ser aplicado muy bien a todos los criterios que se ventilan en las relaciones humanas.
“El adecuado tratamiento de las diferencias entre factores o términos aparentemente antagónicos se resuelve a nivel de visión global y de complementariedad de dichos términos diferentes. Los términos diferentes son complementarios y permiten la formación de una síntesis posterior que, a su vez y oportunamente, deberá ser superada para lograr la ampliación del proceso. Debemos por tanto tratar adecuadamente las diferencias, complementando los términos aparentemente antagónicos en un proceso general evolutivo.”


Nuestro proceso plantea y apunta a la convergencia de la diversidad o, dicho de otra manera, a la diversidad convergente. Diversidad y convergencia son términos necesarios y conducentes al desarrollo de tal proceso. Mientras la diversidad opera en modo centrífugo, la convergencia lo hace en modo centrípeto. El exceso de diversidad a costa de la convergencia produce desestructuración, desinteligencia y desperfilamiento. El exceso de convergencia a costa de la diversidad produce encolumnamiento, uniformidad y exclusión. La convergencia se basa en un mínimo común denominador, ocasional y/o permanente. La convergencia no debe confundirse con uniformidad, así como la diversidad no debe confundirse con multiplicidad ilimitada. Las relaciones dialécticas entre las diversidades no son conducentes a nuestros objetivos, sino que reflejan un desconocimiento de nuestro proceso, además de una intolerancia de la diversidad y una propensión controladora.